El escandaloso «fiasco» que marca a los Alpes austriacos, lugar foco del coronavirus
Miles de turistas dieron positivo por covid-19 tras haber pasado sus vacaciones de invierno en esa región. Los dardos apuntan a las autoridades que, aparentemente a sabiendas de la pandemia, no tomaron medidas por temor a perder visitantes.
INNSBRUCK – La pandemia de coronavirus se ha convertido en el Tirol austriaco en una novela policíaca. ¿Quién sabía y cuándo se produjeron los primeros contagios que convirtieron a la región en un foco de propagación para los turistas? Y es que en juego hay millones de euros de indemnizaciones.
Los magistrados de la fiscalía de Innsbruck, capital de la provincia alpina, tienen desde esta semana sobre sus mesas un documento crucial: el primer informe policial sobre el caso que saltó a la prensa internacional.
En marzo, una de las estaciones de esquí más conocidas del país, la de Ischgl, se vio en el corazón de la crisis al enviar a toda Europa a miles de turistas infectados por el nuevo coronavirus durante sus vacaciones de invierno. La región se enfrenta ahora a una avalancha de reclamos y de sospechas. ¿Tardaron las autoridades en reaccionar para salvar la temporada?
El informe de mil páginas debería ayudar a esclarecer la pregunta que todo el mundo se hace: «quién sabía qué y desde cuándo» a la luz de las eventuales demandas judiciales, dice a la AFP el representante de la fiscalía de Innsbruck Hansjörg Mayr.
El Tirol, que salió a finales de abril de más de un mes de cuarentena estricta, está afectado, reconoce el alcalde de St Anton am Arlberg, otra estación que registró numerosos casos. «Las consecuencias para su imagen son importantes», reconoce Helmut Mall.
¿Fatalidad?
Con más de 500 cumbres que culminan a 3.000 metros, un tercio de los ingresos de la provincia proceden del turismo. Una comuna como Ischgl, con 1.600 habitantes permanentes, registró el pasado año un número récord de 1,5 millón de población flotante.
La estación, conocida como la «Ibiza de los Alpes», atrae tanto por sus pistas de esquí como por las fiestas locas.
«¿Dónde está la gente en invierno? Esquiando. Si el coronavirus se hubiera propagado en verano, (lo de) Ischgl hubiera podido ocurrir en Rimini», un destino popular en el litoral italiano, dice Helmut Mall.
Una fatalidad que rechaza el jurista Peter Kolba, al frente de la asociación de consumidores VSV (Verbraucherschutzverein), que acusa a las autoridades de «poner en peligro» la vida de terceros.
En seis semanas, VSV, que prepara una demanda colectiva, ha recibido los testimonios de cerca de 5.500 personas. El 73% dieron positivo al nuevo coronavirus después de su vacaciones en el Tirol.
La mayoría (65%) provienen de Alemania, pero también del resto de Europa, sobre todo de los países nórdicos, e incluso de Estados Unidos, Singapur y Hong Kong. La asociación también reporta 25 fallecidos imputados al covid-19 y asegura que los daños y perjuicios podrían representar «más de cinco millones de euros».
Asimismo, más de 300 demandas individuales han llegado a la fiscalía, según Kolba.
«Una de las claves será saber desde cuándo las autoridades sabían lo suficiente para actuar», explica antes de agregar que habría que remontarse hasta antes de marzo.
Alertas en serie
«A agua pasada, es fácil poner en entredicho las decisiones», sostiene el jefe de la provincia, Günther Platter. Las autoridades actuaron desde el inicio, se siguieron todas las consignas de la OMS sobre el rastreo de personas que estuvieron en contacto con enfermos, explica.
El político, miembro del partido conservador en el poder, asegura que gracias a su insistencia, se decretó la suspensión de la temporada de esquí en Ischgl el 13 de marzo.
Tarde, demasiado tarde, sentencia la prensa austriaca que realiza desde hace semanas un diagnóstico del «fiasco». El 5 de marzo, las autoridades islandesas consideran el destino de riesgo después del regreso de esquiadores infectados; el 7 de marzo, el camarero de una bar nocturno es el primer caso público de covid-19 en Ischgl; el 9 de marzo, 16 colegas y allegados del camarero dieron positivo.
Esta cronología saca de quicio a Ludger Görg, un quincuagenario alemán que cayó enfermo, al igual que tres de sus compañeros de viaje, a la vuelta de sus vacaciones anuales en la estación entre el 7 y el 13 de marzo.
«El 13 de marzo, un amigo me llamó de otro hotel del pueblo; tomaba un café en una terraza y acababa de ver al personal de una ambulancia con uniformes de protección sacar a alguien de un establecimiento que seguía abierto», rememora para la AFP este habitante de Montadaur, en el oeste de Alemania.
«No había ninguna información disponible», lamenta. «Todas las mañanas durante el desayuno, podíamos leer las noticias de la estación, nada sobre el coronavirus».
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