Nadal dice adiós a Madrid y recibe un gran homenaje a su carrera
El checo Lehecka supera al mallorquín en dos sets (7-5, 6-4) en el Masters de Madrid y se clasifica para los cuartos de final del torneo.
MADRID – El límite de Rafael Nadal en este último paso por Madrid ya tiene fecha y nombre: 1 de mayo ya cuando se cierra la velada, Día del Trabajador, el checo Jiri Lehecka prevalece de inicio a fin y no tiembla, por más que enfrente tenga a una leyenda que se revuelve contra viento y marea para evitar este final en la Caja Mágica. Esta vez no hay épica, sino realismo puro y duro. El de enfrente vuela: 7-5 y 6-4, tras 2h 02m. El último revés se va al pasillo y el mallorquín dice adiós. Loable siempre la resistencia, pero insuficiente ante un formidable adversario que sella su recorrido en el barrio de San Fermín, uno de los escenarios más especiales de su carrera. Nadie ha participado más veces (20) ni lo ha conquistado en tantas ocasiones como él (5). Se despide el de Manacor entre la música de Gladiator y emocionado. Si en Barcelona no hubo homenaje, esta vez hubo homenaje; errático por la dificultad para desplegar las lonas, dicho sea de paso.
Sin referencias previas, más allá de algún entrenamiento, el procesador de Nadal descifra rápido la pulcra propuesta de Lehecka, pura escuela checa, mucho golpe plano y mucha mecánica. El checo —de 23 años y 31º del mundo— pega duro e intenta abreviar, de modo que él apuesta por la vía contraria: frente a esos tiros rectilíneos y punzantes, Nadal plantea curva y más curva con el drive y el revés, efectos y cambios de altura constantes para tratar de que el adversario piense de más, y que así dude. Consigue inclinar el terreno poco a poco a su favor, cercándole progresivamente al resto en el primer parcial, pero vuela una oportunidad y en el tramo delicado es Lehecka el que golpea sin titubear, firme, con todo. Obtiene el break que pone contra las cuerdas al español y, acto seguido, cierra con aplomo.
Desde ese instante, el juego empieza a desprender la sensación de que este envite, artillería pesada la del checo, le ha llegado demasiado pronto. Lo advertía el día anterior, al discernir que las propuestas de De Miñaur —escollo en la segunda ronda— y Lehecka son muy diferentes, por más que el australiano luzca mejor ranking (11º); el uno lo devuelve todo, pero el otro posee una determinación y un tiro muy superiores. Lo confirma el desarrollo. Pese a no ofrecer ningún signo declinatorio en lo físico, Nadal incurre con mayor frecuencia de lo habitual en el error y el mal poso que deja el desenlace de la manga inicial se extiende hasta al inicio del segundo, con un paso en falso —pérdida a la primera del servicio— que proyecta un escenario de lo más peliagudo, porque lejos de aflojar, el checo incide. Y vuelve a la carga.
Así que Nadal, atrapado con el saque, intenta enganchar con algunos chispazos de efusividad a la grada, menos caliente que los días previos por la nocturnidad y por la atmósfera otoñal que se respira estos días en el barrio de San Fermín. “¡Sí-se-puede! ¡Sí-se-puede!”, entona varias de veces el público, pero los hechos contradicen al cántico. El factor ambiental no surte efecto porque Lehecka, mirada fija y pómulos prominentes, no pierde el temple y sigue afianzándose en el partido gracias a su recital de trallazos. Exige sin cesar, amenaza en todos los turnos de servicio y Nadal se agarra a la noche como puede, con ese instinto de supervivencia que le ha guiado hacia el infinito. Salva el 3-0 tras un debate de 14 minutos y resiste, pero no hay vuelta de hoja.
El checo, impasible e inabordable, redondea y marca el límite de este último viaje en Madrid. Después de tres hermosos episodios en las escalas previas, la Caja Mágica despide a su héroe.
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