Cientos de miles de migrantes están atrapados en México
TAPACHULA – Al ver cómo una serie de órdenes ejecutivas firmadas por el presidente Donald Trump en el primer día de su presidencia cerraban efectivamente la frontera para los migrantes que se dirigían a Estados Unidos, Ronald Alvarez tuvo la sensación de que él y su familia acababan de perder la carrera hacia la salvación.
Semanas antes había cruzado el traicionero Tapón del Darién entre Panamá y Colombia, la mayor parte del tiempo cargando a su hijo de cuatro años sobre su espalda a través de las resbaladizas colinas y los estrechos y fangosos senderos de la selva infestada de serpientes y depredadores. Para el último día, él y su esposa, Beatriz Rubino, estaban hambrientos, deshidratados y exhaustos al borde del colapso, pero se sentían inmensamente aliviados al saber que acababan de superar la prueba más difícil de sus vidas. Habían sobrevivido. Muchos otros que habían intentado la odisea de seis días han quedado seriamente lesionados o incluso han muerto.
Y ahora, varados en Tapachula, México, cerca de la frontera con Guatemala, Álvarez está asustado ante la posibilidad de tener que cruzar el Tapón del Darién de nuevo, esta vez en dirección contraria para regresar a su nativa Venezuela.
“Lo que pasamos por el Darién es una experiencia que no le deseo a nadie. Fue muy feo, vimos muchas cosas feas”, dijo Álvarez al Herald. “No puedo permitir que mi familia pase por eso otra vez”.
Y sin embargo, podría no tener más alternativa que hacerlo.
Álvarez y su familia forman parte de los más de 350,000 inmigrantes que esperaban entrar a Estados Unidos antes de que las cosas cambiaran bajo una nueva administración. Ahora, al encontrarse que se les acabó el tiempo y viéndose sin fondos para comprar boletos de vuelo, se encuentran varados en México sin saber exactamente lo que van a hacer, temiendo por un lado que sería inútil seguir adelante pero sin encontrar una manera clara de regresar.
“Están atrapados en un limbo de indecisión”, dijo July Rodríguez, directora de Apoyo a Migrantes Venezolanos en México. “Hay algunas personas que dicen: ‘Voy a esperar un par de meses para ver si Donald Trump hace algo y me permite pasar’. Hay otros que han comenzado a darse por vencidos y están explorando la posibilidad de mudarse a España o a algún otro país que los acepte, y hay otros que contemplan regresar. Pero la gran mayoría no sabe qué hacer”.
El gobierno mexicano, entre tanto, parece estar mal equipado para lidiar con la crisis. En su mayor parte, ha intentado mantener a la mayoría de los migrantes en la parte sur del país, viéndose obligado de vez en cuando a desalojar los campamentos improvisados establecidos por los migrantes en diferentes ciudades. Migrantes venezolanos establecieron un campamento en la orilla sur del Río Grande en Ciudad Juárez, México.
La mayoría de los migrantes ven a los funcionarios de inmigración locales como un obstáculo al que deben evitar. Los agentes han realizando redadas en todo el país y quienes son capturados reciben un plazo de 10 a 15 días para resolver su situación o abandonar a México.
Rodríguez dijo que algunas entidades internacionales estuvieron brindando ayuda. La Organización Internacional para las Migraciones de Naciones Unidas estuvo aportando fondos para pagar los boletos de avión de los migrantes que querían regresar a sus países de origen, pero la organización dejó de hacerlo a mediados del año pasado. La agencia de la ONU “no está ayudando a nadie en este momento, por lo que los migrantes se ven obligados a encontrar una salida por sus propios medios”, dijo.
Si bien nadie tiene un desglose oficial de las diferentes nacionalidades que conforman la ola masiva de migrantes que se encuentran varados, en los últimos años la tendencia de personas que se trasladan a la frontera ha estado dominada por cubanos, venezolanos, haitianos, colombianos y nacionales de diferentes países centroamericanos, además de los ciudadanos mexicanos.
Muchos de ellos ya habían solicitado una cita con funcionarios estadounidenses en la frontera a través de CBP One, una aplicación creada por la administración Biden para iniciar el proceso de asilo antes de llegar a la frontera.
La familia Álvarez estaba entre ellos. Habían estado esperando pacientemente durante dos meses en Tapachula la fecha de su cita. Pero nunca recibieron la notificación, y Trump suspendió la aplicación en las primeras horas de su administración.
Incluso personas que se consideraban afortunadas porque ya tenían sus citas concertadas descubrieron que habían sido canceladas. Entre éstas se encontraban personas que tenían citas fijadas para el 20 de enero — el día de la toma de posesión de Trump.
Migrantes venezolanos establecieron un campamento en la orilla sur del Río Grande en Ciudad Juárez, México.
La mayoría de los migrantes sienten que su situación es muy precaria en México y que su bienvenida se está agotando rápidamente. Un gran número de ellos duerme en tiendas de campaña. Los que tienen un poco de dinero han podido alquilar habitaciones, pero éstas son caras.
Muchos de ellos han sido asaltados a punta de pistola en diferentes momentos del largo viaje desde el norte de Colombia, a través del Tapón del Darién, hasta Centroamérica y México, con frecuencia por bandas organizadas que han encontrado en la desesperación de los migrantes una robusta fuente de ingresos.
Los peores incidentes se han registrado dentro de México, donde los carteles han adoptado la práctica de secuestrar a los migrantes en autobuses, obligando a sus víctimas bajo amenaza de muerte a dar todo lo que tienen y luego llamar a sus familias y exigir cientos de dólares de rescate.
Aquellos que se niegan o cuyas familias no pueden reunir el dinero a menudo desaparecen.
José Zambrano, otro migrante venezolano que logró llegar a Toluca Lerdo, a 65 kilómetros al oeste de Ciudad de México, dijo que pasó por momentos desgarradores al cruzar el Tapón del Darién.
“Vimos cuatro cadáveres en la selva, todos jóvenes, algunos de ellos recientes, pero otros ya habían sido comidos por los animales y eran esqueletos. También vimos personas con heridas de gravedad. Un joven de 23 años se cayó de una piedra y se rompió el brazo en dos, desde la muñeca hacia arriba. Dijo que no podía sentir nada. Creo que fue porque la lesión le había entumecido el brazo, pero sabía que el dolor sería abrumador una vez que llegara”, dijo Zambrano. “Le dimos medicamentos antes de continuar, pero nunca lo volvimos a ver”.
Zambrano, quien emprendió su recorrido en septiembre, también enfermó mientras cruzaba la selva. Empapado por las constantes lluvias, desarrolló una fiebre alta al segundo día y se debilitó tanto que terminó tirando toda la ropa y otros artículos que había estado cargando.
Él y su grupo también fueron secuestrados en la selva y liberados después de pagar el rescate, pero más tarde se enteraron de que los secuestradores también se habían llevado a dos niñas de otro grupo y que cuando las niñas regresaron le dijeron a su madre que habían sido violadas. “Su madre se quería morir cuando se lo dijeron”, dijo.
Y, sin embargo, esas experiencias palidecen en comparación con lo que su grupo experimentó una vez que ingresaron a México.
“Fuimos secuestrados por el Cartel de Oaxaca y nos retuvieron y nos quitaron todo. Luego nos obligaron a contactar a nuestras familias para rogarles que nos enviaran dinero, que la mayoría de ellos no tenían. Y logramos conseguir el dinero para pagarles, pero en lugar de liberarnos, nos entregaron a otro cártel… y nos obligaron de nuevo a llamar a familiares y a cualquier conocido en Estados Unidos, para obtener más dinero”, dijo Zambrano. “Siguieron haciendo esto hasta que nos desangraron totalmente.
“Por muy malo que haya sido el Tapón del Darién, la verdad es que prefiero diez veces abrirme paso por la selva que seguir cruzando por México”, agregó.
Quienes se encontraban sin fondos en el camino hacia el norte a menudo recurrían a trabajar en las calles para ganar lo suficiente para mantenerse y tal vez ahorrar para seguir adelante.
Álvarez y su esposa habían estado vendiendo comida a otros migrantes que formaban las filas diarias para ingresar a la oficina de inmigración en Tapachula, donde podían obtener los documentos necesarios para quedarse en la ciudad – el principal punto de entrada a México para quienes vienen de Centroamérica – o para cruzar el país hacia la frontera con Estados Unidos.
Pero esa fuente de ingresos fue interrumpida abrupta y totalmente después de la investidura de Trump. La cancelación de la aplicación CBP One puso fin a las largas filas y Álvarez y su esposa se encontraron sin poder ganar dinero.
“La verdad es que el 20 de enero cayó sobre nosotros como un balde de agua fría”, dijo Álvarez. “Ahora hay bastantes inmigrantes durmiendo en las calles sin tener cómo ganar suficiente dinero para regresar”.
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