Asaltos cinematográficos prenden las alertas en Brasil
RÍO DE JANEIRO – Dos asaltos bancarios cinematográficos ocurridos en menos de 24 horas en el sur y norte de Brasil encendieron las alarmas del país, donde expertos equiparan la estrategia de los ataques con el “terrorismo urbano” que años atrás sembró el miedo en países como México, Colombia, Francia o India.
En la madrugada del martes en Criciúma, una ciudad mediana en el sur de Brasil, y en la de este miércoles en Cametá, en el norte, los criminales usaron una metodología en la que no escatimaron recursos para lograr su objetivo de robar entidades bancarias, sembrando caos y miedo en la población.
Ambas ciudades fueron paralizadas por bandas de entre 20 y 40 hombres fuertemente armados, que, con explosivos, fusiles de guerra y hasta bazucas, atacaron cuarteles de la Policía, detonaron explosivos, provocaron incendios y se escudaron con rehenes humanos para menguar la acción de los uniformados.
Las estrategias fueron similares pues realizaron acciones simultáneas para crear caos y frenar la reacción policial.
Los asaltos dejaron un muerto y un herido en Cametá -ambos rehenes- y dos heridos más en Criciúma, un policía y un guardia.
En Criciúma, al menos seis funcionarios que aprovechaban la quietud de la noche para pintar franjas de seguridad en las calles fueron usados como escudos humanos. En Cametá el número de rehenes fue mayor, pues fueron retenidos decenas de ciudadanos que a esa hora departían en los bares de la ciudad.
En ambas ciudades los delincuentes huyeron en lujosas camionetas y en barcas -como ocurrió en la población amazónica- y hasta llegaron a tirar dinero a las calles para causar más conmoción.
Hasta el momento los únicos detenidos son cuatro hombres que fueron sorprendidos por la Policía cuando recogían algunos de los billetes arrojados por los criminales en su fuga.
UNA ESTRATEGIA DIGNA DE HOLLYWOOD
Pese a que se trata de acciones calificadas por los mismos habitantes como “cinematográficas” y a que fueron comparadas con la serie española “La casa de papel”, por burlar a las autoridades sin dejar cabos sueltos, no son episodios nuevos en Brasil.
Por haber ocurrido en menos de 24 horas, los ataques generaron gran conmoción en el país, pero no es un fenómeno nuevo. Este tipo de acciones en las que se observa una planificación detallada viene sucediendo desde hace cerca de una década en Brasil, explicó a EFE Renato Sergio de Lima, director-presidente del Fórum Brasileño de Seguridad Pública.
“Este tipo de acción es muy preocupante porque en cierta forma se aprovecha de la fragilidad de la propia estructura socioeconómica y demográfica del país”, afirmó.
Según el experto, los criminales se aprovechan de la infraestructura de ciudades de medio porte que no cuentan con fuertes dispositivos de seguridad para lograr su objetivo con “relativa facilidad”.
Criciúma, localizada en el sureño estado de Santa Catalina, y Cametá, en la región amazónica de Pará, son ciudades de medio porte con un promedio de unos 140,000 habitantes cada una.
“Los criminales aprovechan esa situación para atacar las unidades policiales, los batallones o las comisarías explotando vehículos cerca o lanzándoles explosivos. Los policías no consiguen salir de las unidades, a eso se suma el cierre de las vías para que no lleguen refuerzos durante el tiempo que necesitan para asaltar las agencias, conseguir el dinero y escapar”, añadió.
FALTA ARTICULACIÓN ENTRE LAS AUTORIDADES
Otro factor que influye para que se lleven a cabo este tipo de acciones es la baja articulación entre las autoridades que conforman el sistema de seguridad del país.
“Cuando ocurrió el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York, la información sobre el posible ataque estaba fragmentada en las diferentes agencias de inteligencia pero ninguna había dialogado con la otra, con lo que se hubiera logrado una asociación y prevenirlo. Lo mismo sucede en Brasil”, afirmó.
Este argumento es compartido por Rafael Alcadipani da Silveria, especialista en seguridad pública de la Fundación Getulio Vargas y quien considera que Brasil debería tener una red de seguridad unificada, como ocurre en Estados Unidos, donde los sistemas, si bien son regionales, tienen sus bases de datos integradas.
Para el catedrático, este tipo de acciones se equipara al “terrorismo urbano” que se vivió en el pasado en países como Colombia o México, por grupos subversivos o narcotraficantes, porque usan gran cantidad de armamento y explosivos para sitiar ciudades.
“Son ataques que se han registrado en otras ciudades del mundo como ocurrió en el Bataclan (París) o en el hotel Mumbai en la India. La diferencia es que los terroristas tienen un objetivo de índole ideológico o religioso, y estas bandas aunque tienen un objetivo peculiar (económico) usan un tipo de estructura muy parecida”, afirmó.
Los asaltos ocurridos en Criciúma y Cametá no son hechos aislados en Brasil y recientemente otros del mismo talante fueron registrados los municipios de Botucatu y Sorocaba, al interior de Sao Paulo.
El comandante de la Policía de Santa Catalina, coronel Marcelo Pontes, aseguró este miércoles que, por la similitud de los asaltos y hasta de los explosivos, se investiga la relación entre los ataques de las últimas 24 horas con los ocurridos semanas atrás.
Aunque las autoridades no han podido identificar los autores de los asaltos, la forma en que se llevaron a cabo permite prever la participación, si no directa al menos asociada, de alguna de las grandes facciones criminales que operan en el país, como el Primer Comando de la Capital (PCC) o el Comando Vermelho (Comando Rojo), de acuerdo con ambos especialistas.
Según De Lima, lo que hacen las bandas que vienen robando bancos de esta forma en Brasil es pedirle a facciones criminales, como el PCC, que les alquilen armas, y cuando ya han cumplido el objetivo, le pasan una parte de las ganancias a los grandes grupos.
Y es que este tipo de organizaciones, además del narcotráfico, también tienen como parte de sus operaciones el tráfico de armas, una situación que el actual Gobierno de Jair Bolsonaro ha facilitado al flexibilizar las normas relacionadas con su posesión y porte.
“La desregulación ha favoreciendo las importaciones de armas y municiones y dificultado las investigaciones policiales” en este materia, explicó Alcadipani.
La hipótesis de la participación de las grandes facciones criminales en este tipo de asaltos se refuerza con la urgencia de recuperar las pérdidas que les dejó la pandemia, pues frenó el tráfico de armas y estupefacientes y aumentó las operaciones e incautaciones policiales en su contra.
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