Biden rinde tributo a víctimas de masacre racial que ocurrió hace 100 años en Tulsa

TULSA, OKLAHOMA – El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitó el martes el lugar donde ocurrió una masacre de afroamericanos en Tulsa, Oklahoma, para “ayudar a romper el silencio” que durante mucho tiempo se ha cernido sobre uno de los peores episodios de violencia racista en la historia del país.
“Los hechos de los que hablamos ocurrieron hace 100 años y, sin embargo, soy el primer presidente en 100 años que viene a Tulsa”, insistió el mandatario, que dijo querer “sacar la verdad”.
“He venido aquí para ayudar a romper el silencio. Porque en el silencio, las heridas se hacen más profundas”.
Biden estuvo en Tulsa para conmemorar el centenario de la masacre, que comenzó después de que un grupo de hombres negros acudiera al juzgado local para defender a un joven afroamericano acusado de agredir a una mujer blanca.
Al día siguiente, al amanecer, hombres blancos saquearon e incendiaron el barrio, que en aquella época era tan próspero que se llamaba Black Wall Street. Unos 300 residentes negros perdieron la vida.
Un siglo después, dijo Biden, los “sagrados derechos” de los negros estadounidenses a votar están siendo “atacados con una intensidad increíble, como nunca he visto”.
Más allá de la compensación económica, los residentes de la ciudad cuentan con la visita de Biden para atraer más atención a una tragedia que durante mucho tiempo ha sido tabú.
Tulsa también ha comenzado a excavar fosas comunes, donde están enterradas muchas víctimas negras de la masacre, en un esfuerzo por arrojar más luz sobre el oscuro pasado de la ciudad.
Kristi Williams, activista local y descendiente de víctimas de la matanza, quiere que Biden “haga justicia”. “Hace 100 años, paralizaron nuestras viviendas, nuestro desarrollo económico, se nos quitó la tierra”.
Hoy, el país “tiene la oportunidad de corregir ese error”, dijo a la AFP.
ACUSADO DE AGREDIR A UNA MUJER BLANCA
El 31 de mayo de 1921, un joven negro fue detenido tras ser acusado de agredir a una mujer blanca. Un grupo de hombres de su comunidad salió a defenderlo, enfrentándose a cientos de manifestantes blancos.
Entonces, se produjeron disparos y los afroestdounidenses huyeron a su barrio de Greenwood.
Al día siguiente, al amanecer, los blancos saquearon e incendiaron negocios y casas en lo que entonces se conocía como “Black Wall Street”, un ejemplo de éxito económico.
En 2001, una comisión investigadora recomendó que los residentes de Greenwood recibieran una indemnización. Pero no hubo respuesta.
El lunes, el alcalde de Tulsa, George Bynum, se disculpó formalmente por “la incapacidad de la ciudad para proteger” a la comunidad en 1921.
Al igual que las pérdidas económicas, el número de víctimas es difícil de calcular, pero historiadores estiman que hasta 300 personas negras murieron y casi 10,000 se quedaron sin hogar, sin condenas a funcionarios blancos.
La policía, que no intentó impedir la matanza, incluso armó a algunos de los alborotadores, según el informe de la comisión.
El reverendo Robert Turner, cuya iglesia metodista afroestadounidense de Vernon fue uno de los pocos edificios de Greenwood que se salvó en 1921, lanzó una petición para pedir indemnizaciones.
“SEGREGACIÓN”
Los efectos de la destrucción se siguen sintiendo en esta ciudad de Oklahoma, un estado sureño otrora esclavista y bastión del Ku Klux Klan.
Las desigualdades entre el norte de Tulsa, predominantemente negro, y el sur, mayoritariamente blanco, son marcadas.
Los visitantes de Tulsa, “no pueden creer cuanta segregación sigue existiendo o el racismo que se manifiesta”, afirma Michelle Brown, responsable de los programas educativos del centro cultural local.
“No ha cambiado, seguimos segregados”, resume Billie Parker, una mujer negra de 50 años que creció en Tulsa.
Decenas de personas se reunieron bajo la llovizna antes de la llegada de Biden, los locales se codeaban con personas que llegaron para el homenaje.
“Los presidentes deberían haber abordado esto antes”, dijo a la AFP Cleo Harris, propietaria de una tienda local.
Khalid Kamau, de 44 años, dijo que viajó desde Georgia menos para conmemorar la masacre que para celebrar lo que alguna vez fue “una comunidad negra exitosa y autosuficiente”. “Si existió una vez, puede volver a existir”, dijo.
En un comunicado emitido el martes, la Casa Blanca reconoció que a la destrucción en Greenwood siguieron leyes y políticas que complicaron la recuperación.
“Debido a disparidades en la creación de riqueza como una tasa de interés, la desinversión en las familias negras en Tulsa y en todo el país a lo largo de nuestra historia todavía se siente”, indicó.
REPARACIONES
Muchos creen que es hora de que el Estado ayude a recuperar su prosperidad perdida en 1921.
“Aquí sólo hay hierba, pero había inversión, había riqueza, había vida”, recordó la congresista demócrata de Texas Sheila Jackson Lee, defensora de las reparaciones.
El 19 de abril, algunos de los últimos supervivientes viajaron a Washington para declarar ante el Congreso y pedir que el país reconociera su sufrimiento.
Más allá de las compensaciones, los habitantes esperan que esta ocasión sirva para dar a conocer esta tragedia, por mucho tiempo un tabú.
Para LaShaundra Haughton, de 51 años, bisnieta de los supervivientes de la masacre, “es hora de sanar, es hora de decir la verdad, es hora de sacar todo a la luz”.
El deseo de transparencia se ha puesto de manifiesto recientemente con las excavaciones realizadas para encontrar las fosas comunes donde se enterraron las numerosas víctimas negras.
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