Brexit: Reino Unido y la Unión Europea, una relación con muchos altibajos

A poco de ingresar a la Comunidad Económica Europea en 1973, Gran Bretaña mostró sus claras diferencias a las medidas propuestas por el organismo, generando el rechazo de la comunidad, situación que culminará este viernes con la salida oficial del país europeo.

La relación entre Reino Unido y la Unión Europea (UE) está marcada por los altibajos y claras diferencias, lo que es un reflejo de su historia, donde en primera instancia se excluyeron del acuerdo, luego fueron vetados, para más adelante tener constantes roces con el organismos

Una de las frases que mejor explica la relación de ambos es la del vizconde de Bolingbroke en 1713 «nuestra nación habita una isla, y es una de las principales naciones de Europa. Recordemos siempre que no formamos parte del continente, pero tampoco olvidemos nunca que somos sus vecinos».

Tras la II Guerra Mundial, la idea de acercarse a las naciones europeas comenzó a cobrar forma, incluso el propio Winston Churchill habló de unos «Estados Unidos de Europa» en un discurso pronunciado en la Universidad de Zurich.»Si Europa estuviera una vez unida en compartir su herencia común no habría límite para la felicidad, la prosperidad y la gloria», aseguró en su momento el ex Primer Ministro.

Pese a ello, cuando en 1951 se puso en marcha la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA), de la que con los años surgiría lo que hoy es la Unión Europea, Reino Unido no se sumó a los seis países fundadores: Alemania, Francia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo e Italia.

Veto de Francia

En 1958 ve la luz la Comunidad Económica Europea (CEE) y en 1961 el Reino Unido con su imperio en retroceso ante la independencia de buena parte de sus colonias, solicita la entrada al ente. Pero se toparía con el veto del entonces Presidente de Francia, Charles de Gaulle.

Finalmente, con De Gaulle ya fuera del Elíseo en Francia, Reino Unido logró entrar en la CEE en 1973 junto con Dinamarca e Irlanda.

Sin embargo, pronto empezarían a sonar voces discordantes y críticas hacia Bruselas, en particular desde el ala más a la derecha del Partido Conservador y desde el ala más izquierdista del Partido Laborista. En este caso, su máximo exponente, Michael Foot, planteó en su manifiesto electoral en 1983 la salida de la CEE.

En 1978, cuando se decide crear el Sistema Monetario Europeo (SME), Reino Unido decide quedarse al margen de nuevo, pero es el año 1984 sin duda el que marca todo un hito en la relación entre el país y el resto de sus socios.

El cheque británico

La entonces Premier, Margaret Thatcher, consigue negociar lo que pasará a llamarse el «cheque británico», y que no era otra cosa sino una compensación por las contribuciones que el país hacía al presupuesto comunitario y los pocos fondos para su agricultura que recibía.

Thatcher pronunciaría el discurso que es considerado como el germen del euroescepticismo, en donde exclama: «I want my money back!», golpeando la mesa del Consejo Europeo de 1984. La «Dama de Hierro», como era popularmente conocida, expresó su rechazo a «un superestado europeo que ejerce un nuevo dominio desde Bruselas».

Nuevamente, Londres negocia una excepción y se queda fuera de la Unión Económica y Monetaria, manteniendo la libra como su moneda oficial, así como del capítulo social.

Lo mismo ocurrió en 1995 cuando se aprueba el acuerdo de Schengen, que suprime las fronteras terrestres entre los estados miembros, pero del que esta vez quedan fuera tanto Reino Unido como Irlanda.

Acercamiento a Europa

La llegada del laborista Tony Blair a Downing Street –residencia del Primer Ministro británico- en 1997 supuso una mejora de las relaciones con Europa, sumándose al capítulo social y aceptando incluso la entrada al euro, si bien finalmente la opción quedó descartada.

En 2004 se produce la gran ampliación, con la entrada de diez nuevos estados miembros, procedentes en su mayoría de Europa del este.

La llegada de migrantes de estos países en los años siguientes iría generando un poso de rechazo en un sector de la población, que pese a su contribución a la economía británica los ven como competencia, y crearía el caldo de cultivo para lo que ocurriría una década después.

Con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa en 2009, Reino Unido vuelve a conseguir una vez más una exención, en esta ocasión la Carta de Derechos Fundamentales, además de una mayor flexibilidad a la hora de decidir sumarse o mantenerse al margen de cuestiones de Interior y Justicia. Esto genera críticas hacia Reino Unido, ya que se considera que el país busca una «Europa a la carta».

James Cameron

Ante el crecimiento del voto euroescéptico, el Primer Ministro de la época, James Cameron, en 2015, buscó su reelección prometiendo hacer un referendo en el cual se preguntaba si se debía permanecer o retirarse del bloque. Así ganó otro período de liderazgo y, como lo había prometido, llevó a cabo el referendo.

«Estoy a favor de un referéndum. Creo que hay que hacer frente a esta cuestión, moldearla, liderar el debate. No esperar simplemente que una situación difícil desaparecerá», sostuvo.

El 23 de junio de 2016, la voluntad popular de los británicos fue la separación de Europa, con un 51,8 % contra un 48,1 % de los votos.

El referéndum del Brexit inauguró la era de las fake news y se celebró en medio de un desencanto general de la población con su sistema político, después de años de austeridad impuesta por la crisis financiera.

Hoy, el Parlamento Europeo se prepara para aprobar en las próximas horas la salida del Reino Unido de la Unión Europea para el viernes 31 de enero, la última decisión importante en los cuatro años turbulentos que lleva el Brexit.

Apenas dos días antes de que se cumpla el plazo, los legisladores votarán la aprobación del plan de salida que pone fin a 47 años de membresía británica. La misma votación expulsará a los 73 parlamentarios británicos de la legislatura de 751 miembros.

Luego de esto, comenzará una nueva etapa de negociaciones sobre la cooperación hacia el futuro. Londres aspira a un acuerdo comercial para los próximos 11 meses y que el período de transición en que deberá cumplir las normas y reglamentos de la UE sea lo más breve posible

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