Cómo la salida de EE.UU. de Irak beneficia a Irán, el archienemigo de Washington

La retirada de los soldados restantes de Estados Unidos en Irak podría ayudar a Irán a lograr sus ambiciones.

WASHINGTON – Primero Afganistán, ahora Irak.

Durante la visita del primer ministro iraquí, Mustafá al Kadhimi, a la Casa Blanca el pasado lunes, se anunció que todas las tropas de combate estadounidenses estarán fuera de Irak a fines de este año como parte de un Diálogo Estratégico en curso entre los dos países.

Esto genera dos preguntas clave: ¿qué diferencia hará esto sobre el terreno? y ¿abre esto la puerta para el regreso del autodenominado Estado Islámico (EI), el grupo que aterrorizó a gran parte de Medio Oriente y atrajo a reclutas de lugares tan lejanos como Reino Unido, Trinidad y Australia?

Dieciocho años después de la invasión de Irak liderada por Estados Unidos, este último país solo tiene unos 2.500 soldados regulares en suelo iraquí, más un número pequeño y no revelado de fuerzas de Operaciones Especiales que luchan contra EI.

Concentrados en solo tres bases, son una pequeña fracción de la fuerza de 160.000 efectivos que ocupó Irak después de la invasión, pero aún están sujetos a ataques con misites y aviones no tripulados de supuestas milicias respaldadas por Irán.

El trabajo del ejército estadounidense es entrenar y ayudar a las fuerzas de seguridad iraquíes que aún luchan contra una insurgencia esporádica pero mortal de los yihadistas de EI.

Pero la presencia del ejército estadounidense en el país es controvertida.

Los políticos y las milicias respaldados por Irán los quieren fuera, especialmente después de que Estados Unidos asesinara al jefe de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria de Irán, el general Qasem Soleimani, y a un alto comandante de la milicia musulmana chiita iraquí en el aeropuerto de Bagdad en enero de 2020.

Incluso a los iraquíes no alineados les gustaría que su país se deshiciera de las fuerzas extranjeras, porque la noción de ocupación extranjera es un asunto controvertido.

En Washington hay muchos que están de acuerdo, aunque no a costa de “entregar Irak a Irán”.

Estados Unidos ha estado tratando durante mucho tiempo de liberarse de lo que el presidente Joe Biden llama sus “guerras eternas” en Medio Oriente.

De ahí la retirada acelerada de las fuerzas estadounidenses de Afganistán, ya que Estados Unidos y sus aliados centran su atención cada vez más en la región de Asia-Pacífico y el mar de China Meridional.

¿Estado Islámico 2.0?

Acechando en el ambiente está el espectro de un resurgimiento de EI y la posibilidad de que la historia se repita.

En 2011, el entonces presidente Barack Obama anunció que las tropas estadounidenses se retiraban de Irak.

Desde entonces ha permanecido un pequeño número.

Pero esa disminución, combinada con una mezcla política iraquí tóxica y una floreciente guerra civil a través de la frontera en Siria, creó el espacio perfecto para que EI eventualmente se apoderara de Mosul, la segunda ciudad del país, y luego controlara un territorio del tamaño de un país europeo.

¿Podría volver a suceder esto ahora? ¿Podría un EI 2.0 reconstituido hacer a un lado una vez más a un ejército iraquí desmoralizado y privado del apoyo de combate de Estados Unidos?

Es mucho menos probable, por varias razones.

EI pudo capitalizar en ese entonces el descontento masivo que sentían los musulmanes sunitas de Irak hacia el gobierno chiita sumamente partidista del primer ministro Nuri Al Maliki.

Al Maliki gobernó el país entre 2006 y 2014, y privó sistemáticamente de sus derechos a los sunitas, empujando a muchos a los brazos de EI.

La ecuación política actual, aunque está lejos de ser perfecta, es más aceptable para los grupos étnicos competidores de Irak.

Desde la derrota del EI, Estados Unidos y Reino Unido también han dedicado mucho tiempo y esfuerzo a entrenar a las fuerzas de contrainsurgencia de Irak y ese entrenamiento continuará, con el respaldo de la OTAN.

En tercer lugar, el liderazgo estratégico de EI, o lo que queda de él, parece estar más centrado en explotar los espacios no gobernados en África y Afganistán que en luchar contra fuerzas de seguridad bien armadas en su corazón árabe.

“Los ataques de los insurgentes del EI parecen ser controlados por las fuerzas del gobierno iraquí”, dice Brig Ben Barry, un exoficial del ejército británico y ahora analista de defensa en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

Aunque añade que “sin un acuerdo político con los sunitas iraquíes, las causas fundamentales de la insurgencia permanecerán”.

Estado Islámico pudo llevar a cabo una exitosa campaña relámpago en toda la región en el verano de 2014, en parte porque Occidente había dejado de mirar la pelota en Irak.

Luego se necesitó una coalición de 80 naciones durante cinco largos años y miles de millones de dólares para derrotarla y nadie quiere volver a pasar por todo eso.

Entonces, a pesar de la reducción de tropas de Estados Unidos, Occidente estará atento para ver si EI o cualquier otro grupo yihadista parece usar a Irak como un trampolín para llevar a cabo ataques transnacionales, especialmente en Occidente.

“Si Estados Unidos detectara que Estado Islámico en Irak está preparando un ataque contra los intereses estadounidenses fuera de Irak, Washington probablemente atacaría unilateralmente”, dice Barry.

Y con recursos considerables en las cercanías y en alta mar en el Golfo, el Pentágono ciertamente tiene los medios para hacerlo.

El largo juego de Irán

El panorama más amplio y a largo plazo aquí es uno que favorece a Irán.

Desde la Revolución Islámica en 1979, el país ha estado tratando de desalojar a las fuerzas estadounidenses de su vecindario y convertirse en la principal potencia de la región.

Ha tenido poco éxito en los estados árabes del Golfo, donde la desconfianza hacia Teherán es profunda y donde el ejército estadounidense tiene instalaciones en seis países, incluido el cuartel general de la poderosa Quinta Flota de la Armada de los Estados Unidos en Bahréin.

Pero el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein en Irak, liderado por Estados Unidos en 2003, eliminó el obstáculo más efectivo para la expansión iraní, y Teherán no ha desaprovechado la oportunidad desde entonces.

Ha insertado con éxito a sus milicias chiitas en el tejido del sistema de seguridad de Irak, y sus aliados tienen una voz poderosa en el Parlamento.

La guerra civil de Siria ha abierto la puerta a una importante presencia militar iraní allí, mientras que al lado, en Líbano, el aliado de Irán, Hezbolá, se ha convertido en la fuerza más potente del país.

Irán está jugando a largo plazo. Sus líderes esperan que si mantienen la presión, tanto abierta como encubierta, eventualmente harán de Medio Oriente una región en la que no valdrá la pena el esfuerzo a Estados Unidos de permanecer involucrado militarmente.

De ahí los frecuentes ataques con cohetes contra bases estadounidenses y el apoyo de Irán a la protesta civil que pide la salida de las tropas estadounidenses.

Un acuerdo que incluya el fin de las operaciones de combate estadounidenses en Irak será visto por muchos en Teherán como un paso en la dirección correcta.

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