De la fuerza militar a la coerción económica: La nueva diplomacia de EE.UU. liderada por Trump

Las amenazas y medidas tomadas por el Mandatario en sus dos primeras semanas de gobierno demuestran una nueva estrategia que, advierten los expertos, podría tener consecuencias negativas.

WASHINGTON – El poder blando ya no está en juego, el poder duro sí lo está. Desde que regresó a la Casa Blanca, el Presidente Donald Trump ha demostrado que prefiere la fuerza, no la negociación, para alcanzar sus objetivos en materia de política exterior.

Con sus homólogos de Asia, Medio Oriente, Norteamérica y Sudamérica, Trump ha demostrado su disposición a utilizar el poder estadounidense de una forma que la mayoría de sus predecesores modernos no han hecho. Su instrumento contundente favorito no es la fuerza militar, sino la coerción económica, como los aranceles que impuso el sábado a los productos procedentes de Canadá, México y China.

Los aranceles equivalen a una declaración de guerra económica contra los tres principales socios comerciales de Estados Unidos, que han amenazado con tomar represalias en un enfrentamiento que podría escalar más allá de cualquier conflicto de este tipo en generaciones. La decisión de Trump de cumplir con su amenaza arancelaria aumenta las apuestas en su enfoque de «Estados Unidos primero» hacia el resto del mundo, con consecuencias potencialmente profundas.

La medida tuvo efectos. El lunes, Trump acordaba con los mandatarios de México y Canadá, Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau, respectivamente, la suspensión de los aranceles por 30 días a cambio de un mayor control en las fronteras para detener el narcotráfico, lo que ha sido tomado desde el bando del líder republicano como una validación de su estrategia.

Aunque opta por tácticas de mano dura, Trump está prescindiendo de otras herramientas tradicionales de la política exterior estadounidense. Ha suspendido gran parte de la ayuda internacional proporcionada por Estados Unidos y podría intentar desmantelar la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), cuyo sitio web dejó de estar disponible el sábado. Esa ayuda, si bien representa una fracción minúscula del presupuesto federal general, ha sido vista durante generaciones como una forma de generar buena voluntad e influencia en todo el mundo.

«El estilo confrontacional del Presidente Trump ha resultado en ganancias en política exterior y puede resultar en más, siempre que sea cuidadoso con los objetivos de su presión y las amenazas implícitas o reales específicas», afirmó Evelyn N. Farkas, directora ejecutiva del Instituto McCain en la Universidad Estatal de Arizona y exfuncionaria del Pentágono.

El objetivo, aseguró, «debería ser presionar a China y Rusia», no «intimidar a nuestros aliados y socios» o intentar reclamar el territorio de otros países.

«El costo de tomar acciones punitivas contra nuestros aliados y socios», agregó, «probablemente será compartido por los ciudadanos e intereses estadounidenses, y por lo tanto erosionaría el poder y la influencia de Estados Unidos».

El breve enfrentamiento con Colombia hace una semana demostró con qué rapidez Trump está dispuesto a escalar los conflictos. La disputa fue el tipo de detalle menor que suelen manejar los diplomáticos: Bogotá se negó a aceptar vuelos militares estadounidenses con migrantes deportados a menos que fueran tratados con más «dignidad».

Aunque Colombia ha sido un importante aliado de Estados Unidos, Trump ni se molestó en recurrir a la diplomacia tradicional y recurrió de inmediato a su versión de DEFCON 1 amenazando con una guerra comercial. Funcionó. Colombia dio marcha atrás.

De manera similar, la advertencia de Trump incluso antes de su toma de posesión de que «se desatará el infierno» en Medio Oriente si Israel y Hamás no alcanzaban un acuerdo de alto el fuego en la Franja de Gaza que liberara a los rehenes ayudó a impulsar a los negociadores a cruzar la línea de meta.

«Una cosa que vamos a exigir es respeto de otras naciones», declaró Trump en una teleconferencia con los titanes financieros y políticos mundiales que asistieron al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, pocos días después de asumir el cargo.

El gobernante ha disfrutado de sus primeras victorias y advirtió a otras naciones que presten atención. «Puede que otros nos hablen con dureza, pero eso no va a significar nada», dijo unos días después de obligar a Colombia a dar marcha atrás en la aceptación de inmigrantes. «Todos los van a recibir de vuelta», continuó, y luego agregó con bravuconería de tipo duro: «Y a ellos también les va a gustar».

El rápido cambio con Colombia alegró a los republicanos que argumentaban que el presidente Joe Biden había sido percibido como débil y que socavaba la capacidad estadounidense de hacer valer sus intereses nacionales en el escenario mundial.

«Esto envía un mensaje claro a todos los líderes: no se metan con Estados Unidos en este momento, tenemos un nuevo sheriff a cargo», dijo el senador republicano Roger Marshall en Fox Business después del enfrentamiento en Colombia.

Daños a largo plazo

Pero los veteranos de las relaciones exteriores y el comercio internacional advirtieron que las victorias rápidas y fáciles pueden causar daños a largo plazo. Al basar las relaciones con otros países en la fuerza económica bruta y el interés personal manifiesto en lugar de valores compartidos y objetivos mutuos -aseguraron- Trump puede alejar a algunos de la órbita estadounidense y acercarlos a presidentes como el ruso Vladimir Putin o el chino Xi Jinping.

«Nuestros aliados tienen dificultades para diferenciar a Trump de Putin o Xi», dijo Daniel M. Price, director ejecutivo de Rock Creek Global Advisors y ex asesor comercial del presidente George W. Bush. «No se sienten aliados, sino vasallos. La coerción y la belicosidad de Estados Unidos crean incentivos para un mayor alineamiento con nuestros rivales geopolíticos, o al menos para adaptarse a ellos», añadió.

En general, Trump parece inclinado a utilizar el poder económico en lugar de la fuerza militar para lograr sus objetivos. Durante su campaña del año pasado, se jactó de no haber iniciado ninguna guerra mientras fue presidente y habló en su discurso inaugural de la importancia de evitarlas.

Pero mientras aumenta la presión sobre Dinamarca para que ceda Groenlandia a Estados Unidos o sobre Panamá para que devuelva el Canal de Panamá, el Mandatario no descartó el uso de la fuerza cuando los periodistas le preguntaron al respecto. La semana pasada, cuando sus antiguos colegas de Fox News le preguntaron si Trump usaría la fuerza militar contra los carteles de la droga en México, el recién asumido secretario de Defensa Pete Hegseth afirmó que «todas las opciones estarán sobre la mesa».

Hasta ahora Trump ha recurrido a amenazas para conseguir concesiones, pero los aranceles impuestos a Canadá, México y China pueden poner a prueba hasta dónde está dispuesto a llegar y cuánto dolor está dispuesto a soportar para salirse con la suya.

«En algún momento, para mantener esas amenazas creíbles, necesitará matar un pollo para asustar a los monos: derribar a un enemigo o a un aliado recalcitrante para asustar a los demás y hacerles creer que habla en serio», dijo Mark Dubowitz, director ejecutivo de la Fundación para la Defensa de las Democracias, un instituto de políticas centrado en fortalecer la seguridad nacional.

«Cuenta con la esperanza de que nadie quiera ser ese primer pollo», añadió Dubowitz. «Pero en algún momento, alguien lo desafiará. Los monos están observando».

Poder blando

El poder duro ha sido durante mucho tiempo un instrumento de influencia para los presidentes estadounidenses, desde los días de la diplomacia de las cañoneras hasta más de dos décadas de guerra después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Pero Estados Unidos también ha empleado lo que se llama «poder blando», un concepto popularizado en la década de 1990 por Joseph S. Nye Jr., exdecano de la Escuela de Gobierno Kennedy de Harvard, que sirvió en la administración del presidente Bill Clinton.

El poder blando no es coercitivo e incluye la ayuda exterior para combatir las enfermedades y la pobreza, al tiempo que fomenta el desarrollo, lo que, más allá del altruismo, se ha considerado beneficioso para Estados Unidos. Entre otras cosas, dicen los expertos, puede desalentar la inmigración ilegal a Estados Unidos (una prioridad de Trump) al ayudar a mejorar las condiciones de vida en otras partes del mundo.

El poder blando también abarca productos como las películas de Hollywood y los jeans que alimentan la popularidad de Estados Unidos en todo el mundo y, por ende, su influencia. Estados Unidos podía conseguir a veces lo que quería, según la teoría, porque otros países aspiraban a ser como Estados Unidos o a ser sus amigos.

«Trump no entiende el poder blando, es decir, la capacidad de conseguir lo que uno quiere recurriendo a la atracción en lugar de a la coerción o al pago», dijo Nye la semana pasada. «En el corto plazo, el poder duro suele triunfar sobre el poder blando, pero los efectos a largo plazo pueden ser los opuestos».

«Incluso en el corto plazo», añadió. «Si bien es posible que haya que usar el poder duro, si también se tiene el poder blando, se pueden economizar los costos de los palos y las zanahorias. Trump está desperdiciando este recurso. Puede que funcione en el corto plazo, pero le costará caro a Estados Unidos en el largo plazo», sentenció.

Sin embargo, para Trump las viejas formas no funcionaron. En su opinión, en lugar de ser la clave para el dominio estadounidense del mundo, toda la diplomacia silenciosa a lo largo de generaciones sólo condujo a que el país fuera perjudicado por amigos y enemigos por igual. En su escuela de pensamiento de «Estados Unidos Primero», las amenazas y la dureza son la mejor manera de manejar a un mundo que quiere aprovecharse de Estados Unidos. Y si al resto del mundo no le gusta, Trump ha dejado en claro que en realidad no le importa.

Leave a Comment

You must be logged in to post a comment.

© 2012-2017 El Latino de Hoy Newspaper de Oregon | Powered by Graphix4.com

Scroll to top
UA-9781969-33