«Deforestamos para sobrevivir»: La confesión de un agricultor brasileño en medio de los incendios en la Amazonía
Aurelio Andrade (65) libra su propia batalla en un terreno a 120 kilómetros de Porto Velho, ajeno a la crisis política y diplomática generada por el avance de las llamas en la mayor selva tropical del mundo.
PORTO VELHO – «Deforestamos para sobrevivir», confesó el granjero Aurelio Andrade en un punto remoto de la Amazonía brasileña, mientras las llamas consumen la maleza del terreno de su vecino.
A 120 kilómetros de Porto Velho, capital del estado de Rondonia (fronterizo con Bolivia), este hombre menudo y robusto de 65 años libra su propia batalla, ajeno a la crisis política y diplomática generada por el avance de las llamas en la mayor selva tropical del mundo.
Visto desde el aire, su terreno – de pocas hectáreas si se compara con las grandes haciendas – termina casi en la línea que divide la menguante selva verde de la creciente área deforestada, de color entre marrón y rojizo.
Era vista como una «tierra de nadie», que Andrade ocupó hace 19 años con su mujer evangélica, quien camina cuatro horas para ir a misa en el pueblo más cercano. Ambos esperan que sea reconocida como su propiedad por las autoridades.
Ese procedimiento para apoderarse de tierras públicas (llamado «grillagem» en portugués) es fuente permanente de conflictos entre comunidades indígenas, «invasores» y poderes estatales, más o menos presentes.
Ayudado «solo por Dios»
En este caso, se trata de un lugar sin comunicaciones, sin vigilancia, sin otra ley que la que imponen hacendados, madereros y mineros ilegales para saquear los tesoros de la mayor selva tropical del planeta. «Aquí no tenemos apoyo de gobierno federal ni de nadie, solo de Dios. Así que cortamos árboles para plantar pasto para sobrevivir, para que el ganado coma», explicó.
Su finca la componen una precaria casa de cemento y un terreno que ha ido deforestando con los años, en el que cría vacas, gallinas, cerdos, patos y caballos. Los ambientalistas acusan a los pequeños hacendados como él – no solo a los grandes – de aprovecharse de la falta de control del Estado para ir ampliando sus posesiones a costa del principal pulmón del mundo.
«Es solo cortar unos árboles, esperar tres meses y tirar semillas. Incluso si coges un área desierta tienes que desbrozar, quemar y hacerte una casa para tener donde vivir con tus hijos. Porque no te vas a hacer un casa en el hueco de un árbol, como si fueras un pájaro ¿no?», agregó este campesino, entre risas.
No hace ni una mención al hecho de que estos fuegos de la temporada seca, supuestamente controlados, suelen irse de las manos y convertirse en los incendios descomunales que acaparan desde hace varios días los noticieros de todo el globo. Como el que está ardiendo a pocos metros en la finca de su vecino y que, según él, le quita el sueño.
«Estoy con miedo», admitió. «Hasta pedí ayuda (de las autoridades) para ver si cortan y el fuego se apaga. Porque si no, cualquier noche estás durmiendo y ese fuego puede causar un problema muy serio», explicó. «Durante el día, vengo a mirar desde aquí, al lado de la cerca, y observo, dónde está el humo y dónde el fuego», agregó.
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