El cambio de Nueva York: De epicentro mundial de la pandemia a mantener el covid-19 a raya

Hace cinco meses, la ciudad estadounidense sufría por el explosivo aumento de casos de coronavirus, al punto que tuvieron que tomar una serie de medidas de emergencia. Hoy, la situación está más tranquila.

MANHATTAN – Mientras buena parte de Estados Unidos y Europa experimentan rebrotes de covid-19, Nueva York, epicentro mundial de la pandemia hace apenas cinco meses, esta consiguiendo mantener el virus a raya, algo que los expertos consideran un «relativo éxito» atribuible al buen uso de la ciencia y la práctica de test masivos.

El director del Centro Nacional para la Preparación ante los Desastres de la Universidad de Columbia, Jeffrey Schlegelmilch, dijo a Efe que una de las diferencias principales respecto a otros territorios es que los estados del área triestatal (Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut) han adoptado un enfoque «agresivo», liderado por la «mejor ciencia disponible».

Además, la pandemia se ha abordado como una crisis desde el primer momento y se ha gestionado con una comunicación constante a través de los gobernadores, que han «buscado coherencia en los enfoques y en cómo se habla de la enfermedad», algo que, a juicio de Schlegelmilch, ha contribuido a una mayor comprensión por parte de la ciudadanía.

De hecho, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, que ofreció conferencias de prensa diarias desde marzo para explicar los datos y dar recomendaciones a la población, ahora publicará un libro sobre su gestión de la crisis, en un momento en el que su liderazgo se ha asentado.

Schlegelmilch agrega que la gestión de la pandemia por parte de Nueva York es un caso de éxito «relativo» y destaca que a diferencia de otros estados, Nueva York tuvo que adaptase más rápido sin la ventaja de ver cómo se desarrollaba primero en otras áreas de Estados Unidos.

Como parte de esa adaptación, las autoridades decidieron en el último momento que en la ciudad de Nueva York no se permitiría el consumo en el interior de bares y restaurantes, aunque a cambio se facilitó el establecimiento de terrazas.

«En retrospectiva, cerrar escuelas y bloquear la ciudad antes probablemente habría salvado muchas más vidas. Hay todavía algunos desafíos en curso en la ciudad de Nueva York y en otros lugares donde la política comienza a sangrar en la respuesta, pero las bajas tasas de transmisión que estamos viendo en Nueva York son evidencia de ese relativo éxito», expresa.

La «Corea del Sur de EE.UU.»

Actualmente, tras registrar al menos 32.900 muertes y desplegar a lo largo de la ciudad un dispositivo mayor que el de los atentados del 11 de septiembre, las cifras de la pandemia en el estado neoyorquino se sitúan ya a los niveles del inicio en prácticamente todos los parámetros: hospitalizaciones, casos en cuidados intensivos, muertes y tasa de reproducción del virus.

Cada día se realizan en el estado entre 60.000 y 80.000 tests que permiten tener un control diario de la evolución de los contagios y analizar las «zonas calientes» para poder atajar con rapidez y evitar un descontrol de la transmisión.

En la ciudad, donde la pandemia se ha desarrollado con mayor virulencia, la tasa de infección es algo más alta que en el resto de las regiones, entre el 1 y el 1,2%, pero sigue siendo un número inferior al que registran otras ciudades estadounidenses como Los Ángeles, donde se sitúa en torno a un 7%; Miami, 13%; o Houston, que la semana pasada registró un 15%.

«Nueva York es como nuestra Corea del Sur», llegó a comparar el doctor Thomas Tsai, del Instituto de Salud Global de la Universidad de Harvard.

El historiador de epidemias de la Universidad de Michigan Howard Markel declaró al New York Times que en su opinión los neoyorquinos se han tomado este asunto «mucho más seriamente que en otros lugares».

Precisamente, la forma de reabrir la economía y transitar a la nueva normalidad tras haber sacrificado negocios, puestos de trabajo y en definitiva la economía es otro de los pilares de ese éxito «relativo» en la gestión.

«La limitación de los movimientos y la reapertura lenta y metódica basada en los datos y estadísticas son una parte importante que explican las menores tasas de infección y hospitalización. Pero las pandemias suelen venir en oleadas, por lo que es probable que haya necesidad de volver a imponer nuevas medidas», matizó Schlegelmilch.

Segunda ola a la vuelta de la esquina

¿Puede Nueva York mantener el virus a raya para siempre? A medida que el estado asume que tarde o temprano habrá una segunda ola, especialmente con la llegada del frío, los expertos señalan una serie de claves que podrían tornar la positiva situación de Nueva York en algo preocupante.

Por un lado, la llegada de personas procedentes de otros estados, que supone el 20% de las infecciones actuales. Por otro, la necesidad de intensificar el rastreo de positivos, uno de los puntos débiles en los que coinciden los epidemiólogos y que se agravará si se intensifica la propagación.

Ahora mismo, las personas que son contactadas por los rastreadores de la ciudad no comparten el nombre de otras personas a las que podrían haber infectado. Esto se traduce en que más de 12.500 personas, de un total de 22.000 que han dado positivo recientemente, no dieron información sobre sus contactos, mientras que las que sí aceptaron daban una media de dos a tres nombres.

La mayor parte de las veces los rastreadores no pudieron dilucidar cuántos casos nuevos tenían una conexión con un caso positivo anterior, una métrica que los expertos consideran clave para evaluar cómo de controlado está un brote.

Por último, Schlegelmilch es especialmente crítico con la respuesta federal a la pandemia, que considera que ha obstaculizado a los estados con «mensajes inconsistentes, falta de liderazgo y abierta hostilidad hacia ciertos gobernadores», tres factores que a juicio del responsable del Centro Nacional para la Preparación de Desastres de la Universidad de Columbia son «contraproducentes y, sin duda, cuestan vidas».

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