El esfuerzo de Erdogan en erigirse como defensor del islam y reforzar su influencia regional
El Mandatario turco se ha convertido en el líder de las críticas a su par francés, Emmanuel Macron, en un intento por, aseguran los expertos, posicionarse en el mundo musulmán.
ESTAMBUL – El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, busca con sus críticas a su homólogo francés Emmanuel Macron presentarse como el nuevo héroe del islam y, además, reforzar su prestigio y la posición de Turquía ante sus rivales regionales, según los analistas.
Erdogan decidió liderar un frente musulmán contra el dirigente francés, de quien cuestionó su «salud mental» por haber defendido la publicación de las caricaturas de Mahoma y haber denunciado el «separatismo» islamista
En cambio, sus rivales regionales, como Egipto, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, mantuvieron un perfil mucho más discreto.
Estos tres países comparten la línea dura de París contra el islamismo político, espacio político de Erdogan, al que consideran una amenaza para la estabilidad en Medio Oriente.
«La ecuación es muy sencilla y clara. Si Erdogan ataca a Macron, esto significa que Macron tiene razón», afirmó en un tuit Abdulkhaleq Abdulla, un analista político de Emiratos, para marcar el contraste entre la posición de estos tres países con la del jefe de Estado turco.
El director de la oficina en Ankara del instituto estadounidense German Marshall Fund, Ozgur Unluhisarcikli, considera «sincera» la reacción de Erdogan, un hombre muy creyente, en el debate sobre la publicación de las caricaturas de Mahoma.
«Pero saca provecho de esta disputa con Macron tanto a nivel interno como internacional», añade.
«Desafiar la prepotencia de Occidente»
«Confrontarse a dirigentes occidentales sirve para reforzar la imagen de Erdogan entre los suyos como un líder que desafía la prepotencia de Occidente ante Turquía y los musulmanes», explica Unluhisarcikli.
Según este experto, esta posición también le permite «reforzar el descontento de las sociedades musulmanas de países como Arabia Saudita y Emiratos contra sus dirigentes que no pueden competir (con Erdogan) cuando se trata de defender el islam».
El especialista sobre Turquía Didier Billion considera que el Presidente turco quiere aprovecharse «del vacío estratégico en Oriente Próximo», favorecido por la pérdida de peso de potencias regionales como Arabia Saudita y Egipto, para incrementar la influencia turca en la región.
«Pienso que Erdogan quiere instrumentalizar la situación para desarrollar su influencia en la región», sostiene Billion, director adjunto del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de París.
«Quiere presentarse como el líder que no baja la cabeza ante los occidentales», agrega.
«Erdogan considera, y no se equivoca, que la islamofobia se acentúa en Francia» y sus pullas a Macron reflejan «su voluntad de influir en los musulmanes» franceses, sobre todo en los «jóvenes musulmanes», que sienten cierta fascinación por el Mandatario turco.
Una pelea beneficiosa para ambos
«Desde el pasado verano, asistimos a una sucesión de tensiones entre los dos países (Francia y Turquía) en escenarios estratégicos en conflicto, como Libia, el Mediterráneo Oriental, Líbano, Mali o el Nagorno-Karabaj», recuerda Jean Marcou, profesor en Sciences Po Grenoble, sobre la dimensión geopolítica de esta disputa.
«Estas tensiones son el resultado de una política ofensiva de Turquía que quiere posicionarse como una potencia regional. Si Turquía se encuentra a París en su camino es porque, después del Brexit, Francia es el único país de la Unión Europea con armamento nuclear y que se sienta en el Consejo de Seguridad de la ONU», explica Marcou.
Macron tampoco se mordió la lengua en sus declaraciones contra Turquía. «En el contexto actual, es una ganga para Macron tener en frente a un dirigente como Erdogan», asegura Billion, quien recuerda que al dirigente francés le interesa posicionarse como un adversario del islamismo por cuestiones de «política interna».
Según Unluhisarcikli, «Macron parece estar saboreando esta pelea. Quizás tiene una estrategia para reforzar su imagen como dirigente que protege los valores occidentales».
«Esta situación parece ser beneficiosa para ambos dirigentes y perjudicial para los dos países», concluye.
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