El periplo de regresar a casa en medio de la crisis del coronavirus

Unos 8.400 mexicanos vuelven a su país en medio del cierre de fronteras en decenas de países.

CIUDAD DE MÉXICO – Volver a México fue para Daniela Solano una carrera de obstáculos. Lo que iba a ser 15 días de vacaciones en Egipto para esta contadora de 24 años, se convirtió en la travesía más larga de su vida para volver a casa. La odisea comenzó el 16 de marzo cuando se encontraba con su esposo en las playas de Hurghada (a 450 kilómetros de El Cairo): los negocios y los centros turísticos comenzaron a echar el cierre por la advertencia gubernamental ante los contagios por coronavirus. La señal inequívoca de que debían regresar, recuerda Solano, fue la actitud de la gente ante ellos: “los niños nos veían en la calle y gritaban ‘¡corona!, ¡corona!’ y corrían para alejarse, porque existe la idea de que si eres extranjero tienes el virus”. Le siguió, en cuestión de días, el anuncio de un toque de queda y el cierre de las fronteras egipcias. “Fue todo muy drástico”, cuenta.

La sensación de que el tiempo se agotaba les impulsó a marcharse. Solano y su esposo lograron subirse a un tren y luego a un autobús para llegar a El Cairo. Sin mediar una palabra en árabe, hallaron la forma de regresar a la capital antes del cierre del espacio aéreo. Una vez allí, la Embajada de México en El Cairo les enlazó con la representación diplomática de Reino Unido que había dispuesto uno de los últimos vuelos charter desde el país africano con destino a Londres. En la capital británica, y ya reunidos con más de una centena de mexicanos, tomaron un vuelo de repatriación, organizado por el Gobierno mexicano, el 29 de marzo.

Como Solano, unos 8.400 mexicanos se han enfrentado a un complicado regreso a casa. La travesía incluye, en varios casos, el cierre de fronteras en decenas de países, la suspensión de vuelos, el bloqueo de carreteras, la caótica reorganización de las aerolíneas, la imposibilidad de algunos cruceros para atracar, así como estrictas medidas de contención en algunos lugares del mundo. La mayoría –unos 3.600– lo han logrado desde países de América Latina y también desde Europa (3.300), según datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores. “Se priorizan a los casos más vulnerables que tienen que ver con edad, estado de salud y situación económica. No es un proceso fácil, ni ágil necesariamente”, explica el subsecretario de Relaciones Exteriores de México, Julián Ventura.

Para Ventura, el regreso de miles de mexicanos en cuestión de semanas ha sido tan “inédito”, que ni siquiera las repatriaciones por desastres naturales lo puede igualar. El proceso comenzó el 23 de enero con el regreso de tres mexicanos que se encontraban en Wuhan (China), el epicentro de la pandemia, y continúa hasta la fecha. Dos aviones de la Fuerza Aérea Mexicana han recogido a 280 mexicanos en Buenos Aires y otro más fue a por 130 más a La Habana; un velero en el Atlántico logró desembarcar en Panamá; 400 mexicanos consiguieron volver desde Perú; 140 más abordaron un vuelo de repatriación desde Londres; una mexicana en Cusco (Perú) contagiada de la Covid-19 y que perdió a su esposo por la enfermedad volvió en una aeronave del Ejército. “En la medida en que más países cierran su espacio aéreo y limitan el movimiento entre ciudades las vías se hacen reducidas, entonces se hacen gestiones diplomáticas discretas con gobiernos amigos”, añade el subsecretario de Exteriores, “la diplomacia de México tiene plasmado en su ADN la asistencia consular”.

Entre los países latinoamericanos que han enfrentado el regreso de sus ciudadanos está Perú, que con un esquema similar al de México ha repatriado a 6.600 personas; Colombia que desde el cierre del espacio aéreo, el 24 de marzo, se ha negado a hacer alguna tarea de rescate humanitario; Argentina que con la asistencia de la estatal Aerolíneas Argentinas ha llevado a 25.500 de sus ciudadanos de vuelta. México y Argentina, además, han acordado el intercambio de sus ciudadanos con el envío de aviones de la Fuerza Aérea Mexicana.

Ricardo Rode, un empresario hotelero de 55 años, llamó al consulado de México en Lisboa para pedir ayuda para su hija de 17 años que había ido a Leiria (Portugal) a estudiar ballet. El empresario analizó todas las formas posibles para lograr que su hija regresara a México a salvo. “Nos daba miedo que se quedara varada en algún punto en el regreso. Una vez que sales de un lugar donde tienes el control, no sabes lo que puede pasar”, comenta. Un coche diplomático recogió a la joven y tres de sus compañeras para llevarlas hasta el aeropuerto de Lisboa, allí tomaron un vuelo a París y después uno a México. “Tuvimos suerte, estoy muy agradecido con quienes nos ayudaron en Lisboa”, dice Rode.

No todos han conseguido pisar México. Está, por ejemplo, Angélica, una estudiante de Turismo de 22 años, que fue a Madrid a hacer unas prácticas profesionales. El estado de emergencia declarado por el Gobierno español la dejó varada y sin muchas alternativas. Vive encerrada en un piso que debe dejar el fin de semana y su vuelo, previsto para el próximo lunes, ha sido cancelado; una de las aerolíneas todavía con rutas previstas para esta semana hacia Ciudad de México solo le ofrece asientos en primera clase a 2.500 dólares. “Estamos muy estresados y un poco desesperados”. Ella y unos 50 mexicanos más han enviado mensajes a la embajada de México en Madrid. “[El canciller Marcelo] Ebrard nos contestó a un tuit pero hasta ahora no ha pasado nada”, cuenta.

Verónica Lozano, de 69 años, que en dos días viajó de Delhi a Ciudad de México –pasando por Dubái y Nueva York– fue una de las 60 personas que logró salir de India antes del cierre de las fronteras. Con sus ojos vio –literalmente– como se cerraba el mundo ante el avance de la pandemia. “El aeropuerto de Nueva York estaba desierto y de cierta forma eso me dio tranquilidad, porque eso quería decir que no tendría mucho contacto con gente y que ya se habían ido a sus casas”, recuerda. Entre 30 y 40 mexicanos permanecen todavía en India, mientras el Gobierno mexicano busca alternativas para ayudarlos a volver. Durante el viaje de regreso, Lozano pensó en la posibilidad de no llegar a su destino por enfermedad o por logística. “Es un momento en el que te das cuenta de que el miedo a perder es lo que nos da pavor”.

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