El PIB de las latinas en Estados Unidos creció de los 661.000 millones a 1,3 billones de dólares en una década

Las mujeres son un factor determinante para el crecimiento económico de la comunidad latina y el país, pero los muros a los que hacen frente limitan su avance.

SAN FRANCISCO – “Las mujeres latinas están dando vida a la economía”. Es la conclusión más llamativa del análisis sobre el avance económico de este segmento de población en Estados Unidos en los últimos años. En 2021, el PIB de las latinas se cifró en 1,3 billones de dólares, un aumento más que notable sobre los 661.000 millones de 2010, según el estudio que ha hecho la Universidad Luterana de California, Bank of America y la UCLA. Esta cifra supone que el valor de los bienes y servicios a cargo de estas mujeres es mayor que la economía de Florida. “De hecho solo los PIB de California, Texas y Nueva York, son más elevados que el de las latinas”, dice el informe. El PIB real de estas mujeres creció a un ritmo 1,2 veces superior que el de los hombres latinos y 2,7 veces más que el de los no latinos en el país, según detallan los autores. Si la economía de los latinos ha crecido en Estados Unidos como para superar a la de países enteros, es en gran medida por el empuje femenino.

El crecimiento de las latinas en la fuerza laboral es de casi el 33% en la segunda década de este siglo, mucho mayor al del resto de las mujeres. Son, de hecho, responsables de casi un tercio del aumento de la población activa total desde 2010. Además, ahora llegan con una mejor preparación educativa al mundo del trabajo y su empuje sería mayor de no encontrarse con significativas y persistentes barreras en su camino laboral, entre ellas, los sesgos negativos a los que hacen frente y la menor retribución por su trabajo.

La organización de apoyo a las mujeres Lean In certifica que aunque se suela hablar del “techo de cristal” que impide a las mujeres llegar a los puestos de liderazgo de las empresas, los problemas con los que se enfrentan todas las mujeres en general, y las latinas y negras en particular, llegan mucho antes de tocar esa fría barrera. Incluso en el primer gran paso para alcanzar un puesto de supervisión o de gestión y tener responsabilidades. Ese es el primer peldaño en la escalera profesional y está roto. El informe revela que de cada 100 hombres que reciben promociones para labores de gestión, 81 mujeres — en general— disfrutan de ese avance. En el caso de las latinas, en 2024 esa relación es de 100 a 65, el peor dato desde 2018.

Rachel Thomas, consejera delegada de Lean In, explica que si a las mujeres ya se les aplican sesgos negativos en el trabajo basados en estereotipos, en el caso de las latinas además se suman otros prejuicios. “Se tiende a asociarlas con trabajo doméstico, familias grandes, tener menor educación o ser vehementes o emocionales. Eso no es verdad, es injusto y está muy enraizado en estereotipos”, afirma Thomas. Como resultado, explica, la combinación de prejuicios a los que hacen frente son más pronunciados y tienen un mayor impacto negativo en sus experiencias diarias y cómo progresan en el trabajo.

“Las latinas tienen menos probabilidad que otras mujeres de obtener promociones laborales críticas y como resultado pierden representatividad a lo largo de la escala empresarial más que ningún otro grupo de empleados”, dice Thomas. La primera directiva de Lean In dice que además son las menos representadas en la llamada C-Suite, las oficinas de alta dirección. Solo el 1% son latinas a ese nivel, cuando en general las mujeres han alcanzado el 29% de esos puestos.

De hecho, solo hay una latina en estos momentos al frente de una empresa del Fortune 500 — Priscilla Almodovar de Fannie Mae— “así que si eres una joven latina al comienzo de tu carrera no vas a ver a personas como tú, y eso afecta”, enfatiza Thomas.

El otro muro en el avance femenino latino, perjudicial para la economía del país, es la compensación que reciben por el trabajo. Junto con las nativas americanas, las latinas están en el lado más amplio de la brecha salarial con los hombres blancos, los que más ganan. En 2023, necesitaron 21 meses — hasta el 3 de octubre de 2024—para cobrar lo que estos en 12. Las pérdidas salariales por esta brecha suelen ser millonarias para estas mujeres tras 40 años de trabajo.

Kate Kelly, directora senior de la Iniciativa de Mujeres del Center for American Progress, señala que la brecha es el resultado de unir la raza o etnia y el género, dos factores discriminatorios. Una de las herramientas que podría haber para el cierre de esta brecha es legal. Además del reconocimiento de las licencias de maternidad y paternidad pagadas, algo de lo que carece Estados Unidos (el único país entre todos los industrializados), hay un proyecto de ley llamado Paycheck Fairness Act que necesita la aprobación del Congreso. La ley impediría las represalias contra quienes pidieran un pago igualitario, convierte en ilegal firmar un contrato que prohiba compartir información sobre salarios e impone multas por violar las regulaciones de igualdad. Kelly dice que las mujeres no se pueden comparar porque nadie habla de sus salarios y eso impide saber cuánto cobran de menos.

Ante los pasos atrás que se están dando en materia de diversidad en las empresas, Kelly explica que el problema actual es que son las propias empresas las que tendrían que dar un paso adelante porque son ellas las que pagan, “probablemente quienes están al frente de las empresas son los únicos que saben qué cobran todos”. “Y si no lo hacen necesitamos la Paycheck Fairness Act, será necesario hacerlo por ley”.

Según la organización AAUW, que hace seguimiento de las disparidades en esta materia, al ritmo actual las latinas conseguirán la paridad salarial en 2197. “Necesitamos que las empresas realmente reinviertan y refuercen su compromiso a la hora de promocionar a las mujeres, sobre todo a las latinas y negras, dado que son a las que más se han dejado de lado”, dice Thomas.

Kelly confía en que el poder de las mujeres y su potencial cambie las cosas. “Veo muy positivo que las mujeres están hablando, se están organizando, uniéndose a sindicatos y tomando paneles de liderazgo en este sentido en el trabajo. No confío necesariamente en que los sistemas actuales se autocorrijan, pero veo muchas mujeres, especialmente jóvenes, que no lo toleran más. Tengo esperanza en nosotras”.

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