La crisis de agua potable que preocupa a Río de Janeiro en la previa del carnaval
Vecinos de la ciudad brasileña aseguran que el agua que sale en sus casas tiene un color y olor extraño, obligándolos a buscar el líquido en otros lugares, justo cuando se aproxima la gran fiesta.
RÍO DE JANEIRO – En plena época de fiesta, cuando en las calles se calientan los motores para uno de los carnavales más famosos del mundo, la ciudad brasileña de Río de Janeiro se sumerge en una crisis con el agua potable que ha llevado al rebusque del preciado líquido hasta en las inmediaciones del Cristo Redentor.
Como si se tratara de una procesión, decenas de personas se trasladan diariamente desde los lugares más remotos de la ciudad hasta una fuente natural ubicada próxima a los pies de la gigantesca escultura que se levanta sobre el cerro del Corcovado para recoger agua potable y sustituir la ofrecida actualmente por el acueducto municipal.
Este icónico cerro de 713 metros de altura que forma parte de un parque natural está localizado en la zona sur de Río de Janeiro, la región más turística de la ciudad. Al Cristo se puede llegar en tren, en automóvil y a pie, por rutas especialmente diseñadas y señalizadas.
La fuente que provee el agua natural está en la parte más alta del cerro, casi a los pies del Cristo, un lugar que no es de difícil acceso y al que casi se puede llegar en autobús. Eso sí, hay que caminar un poco y atravesar en un tramo los rieles del tren.
En su mayoría, es visitada por vecinos que viven en favelas cercanas al lugar, pero también es frecuentado por habitantes de barrios y municipios de la zona norte de Río y de su zona metropolitana, como la Penha y Caxias, localizados a poco más de una hora del Corcovado.
«Solo no vienen más porque las personas no saben. Hay gente que cobra hasta 30 reales -unos 7 dólares- por el galón de agua. Aquí tenemos (gratis) agua pura y cristalina», señaló a EFE Fabiano Almeida Oliveira, un músico y cantante de funk que, dos veces por semana, recolecta unos 20 litros del líquido para el consumo en su hogar.
Este músico comenzó a visitar la fuente luego de sentir «el agua pesada, con gusto y olor a barro», lo mismo que sintió María da Conceiçao, una empleada doméstica que también frecuenta varias veces a la semana la fuente para llevar el líquido a sus hijos, porque es imposible consumir el agua que le llega de la llave.
«No, yo no la bebo. El gusto está terrible. El agua es blanca pero no da», precisó.
Un parte de confianza con poca credibilidad
Aunque las autoridades locales y sanitarias aseguran que el agua que llega a sus casas es «potable», el sabor a tierra y el extraño olor que emana impide confiar en lo que dicen los técnicos, menos aún cuando en algunos hogares el líquido también salía turbio de las llaves.
Tras un mes de protestas de los habitantes de la ciudad, las autoridades sanitarias dicen estar finalmente controlando los efectos de una saturación de «geosmina» pero ahora también se enfrentan a la presencia de detergente en las aguas que alimentan la estación de Guandú, el principal centro de abastecimiento de agua de la región.
La geosmina es una sustancia orgánica producida cuando hay muchas algas y bacterias en el agua y, según la Compañía de Aguas y Alcantarillado de Río de Janeiro (Cedae), no causa daños a la salud, por lo que, según la entidad, el agua puede ser consumida.
Este tipo de algas fue detectada en un punto de captación de agua en el río Guandú, que abastece al 75% de la población del área metropolitana de Río, en la que viven más de 8,5 millones de personas.
No obstante, según la Universidad Federal de Río de Janeiro, aunque no es tóxica, la geosmina «puede ser un indicador de problemas en la calidad del agua utilizada para el suministro», ya que es producida por algunas bacterias que crecen en ambientes acuáticos «con altas concentraciones de nutrientes, especialmente en manantiales que reciben aguas residuales sin tratar».
Para disminuir el problema de la geosmina, el Gobierno regional implementó el uso de carbón activado, pero no señaló el tiempo que tardaría en solucionar el problema.
A pesar del «parte de confianza» de las autoridades regionales y de la Cedae, la mayoría de la población se ha rehusado a consumir el agua que llega a sus casas, lo que ha disparado el precio del líquido embotellado que, además, escasea en las estanterías de los supermercados.
Algunas enfermedades, sobre todo estomacales y de la piel, también han aparecido entre la población que ha consumido agua, especialmente en la zona oeste y norte de Río.
Consultada por Efe, la Secretaría regional de Salud indicó que dos unidades de pronta atención (UPA) de esa zona, la de Santa Cruz y Campo Grande, registraron 783 y 588 casos de diarrea, gastroenteritis y vómitos, respectivamente, entre el 20 de diciembre de 2019 y el 5 de enero de este año, prácticamente el doble de los ocurridos en el comparativo interanual, cuando hubo 282 y 378 casos.
Sin embargo, la entidad resalta que es «prematuro» asociar el incremento de «pacientes con estos síntomas con el agua contaminada, especialmente después de fiestas de fin de año».
A los problemas traídos por la geosmina se sumó la aparición de detergente en las aguas captadas por Guandú, lo que le llevó a las autoridades a cerrar compuertas, priorizar el suministro del líquido a centros de salud y aplazar el comienzo del año lectivo.
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