La devoción en torno a María Corina Machado, cerebro y corazón de la oposición venezolana en las elecciones

Pese a no ser candidata presidencial, la ex congresista es vital en la campaña opositora, al punto que expertos comparan su arrastre con el que tenía Hugo Chávez.

CARACAS – Un joven llora al verla pasar, otros se abalanzan al camión que la lleva, muchos ondean banderas a su paso y alguno hasta la llama «Libertadora»: aunque inelegible, María Corina Machado despierta un sentimiento casi religioso en Venezuela.

Machado (Caracas, 56 años) recorre el país con la bandera del «cambio» tras 25 años de gobiernos chavistas y un acumulado de decepciones de la dirigencia opositora tradicional, de la que muchas veces marcó distancia e incluso fue factor divisor.

Sus seguidores destacan su «coherencia», sin medias tintas, y su promesa de acabar con el socialismo de la llamada Revolución Bolivariana para dar paso a un sistema liberal.

«Expropiar es robar»

Ingeniera de profesión y madre de tres hijos, Machado comenzó su camino político en 2002, cuando creó la organización Súmate, que impulsó un referendo para revocar el mandato del entonces presidente Hugo Chávez (fallecido en 2013), y siguió hasta el Parlamento, donde encaró a aquel mandatario cuando era intocable, casi un Dios.

«Expropiar es robar», le reclamó a Chávez en su rendición anual de cuentas ante el Parlamento en 2012. «Le sugiero que gane las primarias porque está fuera de ranking para debatir conmigo», replicó el mandatario. «Águila no caza moscas».

Una década después, Machado lo hizo, y expertos la comparan como fenómeno político con el arrastre que tuvo el propio Chávez.

En octubre se consolidó como líder de la oposición al arrasar en las primarias para ser la candidata frente al presidente Nicolás Maduro el 28 de julio. Acaparó más del 90% de casi 3 millones de votos.

Pero su candidatura presidencial fue frustrada por una inhabilitación política por 15 años que la Corte Suprema ratificó en plenas negociaciones entre el gobierno, la oposición y Estados Unidos, también protagonista del proceso, por condiciones electorales.

Edmundo González Urrutia la representa en la boleta electoral, inscrito en el último minuto tras el veto de otras opciones.

«Nuestra libertadora»

De hecho, aunque no está en la boleta, ha sido el rostro de la campaña. Lleva meses recorriendo el país, en auto porque el chavismo no le permite abordar un avión. Y en cada parada es recibida por multitudes entusiastas.

«Es nuestra libertadora», dijo Trina Rosales, de 60 años, después de una masiva caravana en San Cristóbal (estado Táchira, oeste). «Es nuestra esperanza, nuestra libertad», completó su hija Michelle Rosales, de 40 años.

Sentada en el parabrisas saluda a todo quien le busca su mano para estrecharla. Termina con moretones en los brazos y con las manos adoloridas. Pero no cambia la rutina: alza niños, abraza ancianos, habla de esperanza y de reencuentro.

«Vamos a lograr la liberación de nuestro país, vamos a traer a nuestros hijos de vuelta a casa», dijo Machado junto a González en el lanzamiento oficial de la campaña en Caracas.

Unos 7 millones de venezolanos emigraron desde 2014 en medio de la crisis. Es una realidad que le toca directamente: sus hijos -Ana Corina, Henrique y Ricardo- viven fuera y ella tiene prohibición de salir del país.

Muchas veces, una videollamada es la única forma de comunicación.

«Besa su teléfono cuando recibe un mensaje o habla con ellos», indicó su mano derecha, Magalli Meda, antes de refugiarse en la embajada de Argentina tras ser acusada de conspiración.

«Hasta el final»

Maduro arremete a menudo contra Machado, a la que incluye en lo que ha llamado la «casta maldita de los apellidos», de las familias «oligarcas». Y aunque Machado viene de una familia acomodada, no es de las más ricas.

El número dos del chavismo, Diosdado Cabello, suele también mofarla con nombres como «María con ira» o «La sayona», un ánima del folklore venezolano que, como la dirigente, es de tez blanca y cabello negro y liso.

También la acusan de «lacaya» de Estados Unidos por defender una economía de libre mercado y plantear la privatización de Petróleos de Venezuela (PDVSA), principal fuente de ingresos del país.

Su eslogan «hasta el final» se ha convertido en su mantra y, segura de que la oposición saldrá triunfante en las elecciones, promete «cobrar» hasta el último voto.

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